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Hotel Costes
Empezar el año almorzando en el Hotel Costes es darse cuenta de que cada uno tiene lo que merece. Las excusas abundan en la clase turista, en la cola del metro y en los hoteles de medio pelo, pero de poco sirven en los templos, donde todos nos volvemos transparentes. En mi pequeño país hemos acabado obteniendo exactamente lo que merecemos. Los catalanes nunca han querido la independencia: han querido quererla, para sentirse moralmente superiores cuando no se la conceden.
Los catalanes nunca hemos querido ganar: hemos querido tener razón. Nunca hemos querido llegar, hemos querido disfrutar del viaje, por eso la canción Ítaca, de Lluís Llach, basada en la traducción de Carles Riba del célebre poema de Kavafis, es uno de nuestros más celebrados emblemas. Lo que más nos excita a los catalanes son actuaciones como las del ministro Wert. Nos pone mucho más que un ministro de Cultura diga que quiere españolizar a los niños catalanes que la independencia, que por supuesto ya la habríamos obtenido si tanto nos hubiera interesado. Con Wert hemos vuelto a tener una excusa perfecta para que este nefasto gusto por el asociacionismo que tenemos los catalanes organizara toda clase de absurdas reuniones y la correspondiente concentración en la plaza Sant Jaume.
El asociacionismo es el germen de la derrota, el consenso conduce al relativismo y si los catalanes somos todavía una Comunidad Autónoma española es porque en lugar de ejercer la libertad con la altura que la libertad exige, nos dedicamos a concentrarnos y a manifestarnos, y a soltar peroratas victimistas e infumables. A veces se gana por casualidad, pero normalmente hay que querer ganar para conseguirlo. Los catalanes no queremos la independencia y por eso hemos votado siempre a Convergència, el partido de las metáforas volátiles e inconcretas, en lugar de dar alas y escaños a los partidos que realmente la querían. Solidaritat per la Independència ya ni tiene representación parlamentaria y ERC es la discreta segunda fuerza, con un tercio de los diputados que CiU posee.
El gran favor que España hace a Cataluña es cuando se nos toma en serio, y así el catalanismo puede redactar sus manifiestos unitarios y patéticos que sólo buscan esa victoria moral que no compromete a nada y que cobija la corrupción más siniestra y desalmada. El independentismo no es de pobres, Arcadi. El independentismo es un fetichismo carísimo. Entre lo que nos cuesta moral y espiritualmente, y lo que nos han robado los que queriendo pasar por sus líderes han sido nuestros principales saqueadores, no puede decirse en modo alguno que nos haya salido barato. De ser pobres habríamos sido, tout simplement, regionalistas de bajo perfil murciano. Se harán muchos gestos, se dirán muchas cosas, se discutirá mucho sobre el proceso.
No hay nada que le excite más a un catalán que impacientar a un español ni nada que le ponga más a un español que un catalanista con nuestros juegos de palabras. Espero que sea divertido para todos. Aquí en el Hotel Costes importa saber pedir champán y poder pagarlo. Lo demás es para ese tipo de camareras que hablan entre ellas en lugar de permanecer atentas a la solicitud del cliente. Mi mujer, mi hija, mi ahijado y su familia. Hemos ganado porque queríamos ganar and «the rest is silence».
SALVADOR SOSTRES 02/01/2013 ESPAÑA
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Hotel Costes
Empezar el año almorzando en el Hotel Costes es darse cuenta de que cada uno tiene lo que merece. Las excusas abundan en la clase turista, en la cola del metro y en los hoteles de medio pelo, pero de poco sirven en los templos, donde todos nos volvemos transparentes. En mi pequeño país hemos acabado obteniendo exactamente lo que merecemos. Los catalanes nunca han querido la independencia: han querido quererla, para sentirse moralmente superiores cuando no se la conceden.
Los catalanes nunca hemos querido ganar: hemos querido tener razón. Nunca hemos querido llegar, hemos querido disfrutar del viaje, por eso la canción Ítaca, de Lluís Llach, basada en la traducción de Carles Riba del célebre poema de Kavafis, es uno de nuestros más celebrados emblemas. Lo que más nos excita a los catalanes son actuaciones como las del ministro Wert. Nos pone mucho más que un ministro de Cultura diga que quiere españolizar a los niños catalanes que la independencia, que por supuesto ya la habríamos obtenido si tanto nos hubiera interesado. Con Wert hemos vuelto a tener una excusa perfecta para que este nefasto gusto por el asociacionismo que tenemos los catalanes organizara toda clase de absurdas reuniones y la correspondiente concentración en la plaza Sant Jaume.
El asociacionismo es el germen de la derrota, el consenso conduce al relativismo y si los catalanes somos todavía una Comunidad Autónoma española es porque en lugar de ejercer la libertad con la altura que la libertad exige, nos dedicamos a concentrarnos y a manifestarnos, y a soltar peroratas victimistas e infumables. A veces se gana por casualidad, pero normalmente hay que querer ganar para conseguirlo. Los catalanes no queremos la independencia y por eso hemos votado siempre a Convergència, el partido de las metáforas volátiles e inconcretas, en lugar de dar alas y escaños a los partidos que realmente la querían. Solidaritat per la Independència ya ni tiene representación parlamentaria y ERC es la discreta segunda fuerza, con un tercio de los diputados que CiU posee.
El gran favor que España hace a Cataluña es cuando se nos toma en serio, y así el catalanismo puede redactar sus manifiestos unitarios y patéticos que sólo buscan esa victoria moral que no compromete a nada y que cobija la corrupción más siniestra y desalmada. El independentismo no es de pobres, Arcadi. El independentismo es un fetichismo carísimo. Entre lo que nos cuesta moral y espiritualmente, y lo que nos han robado los que queriendo pasar por sus líderes han sido nuestros principales saqueadores, no puede decirse en modo alguno que nos haya salido barato. De ser pobres habríamos sido, tout simplement, regionalistas de bajo perfil murciano. Se harán muchos gestos, se dirán muchas cosas, se discutirá mucho sobre el proceso.
No hay nada que le excite más a un catalán que impacientar a un español ni nada que le ponga más a un español que un catalanista con nuestros juegos de palabras. Espero que sea divertido para todos. Aquí en el Hotel Costes importa saber pedir champán y poder pagarlo. Lo demás es para ese tipo de camareras que hablan entre ellas en lugar de permanecer atentas a la solicitud del cliente. Mi mujer, mi hija, mi ahijado y su familia. Hemos ganado porque queríamos ganar and «the rest is silence».
SALVADOR SOSTRES 02/01/2013 ESPAÑA
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